Ruta 307: cuando el viaje es el destino

La experiencia de visitar Tafí del Valle y, por extensión, el resto de las localidades calchaquíes tucumanas, comienza mucho antes del lago La Angostura, la imponente puerta de entrada del principal destino turístico del Jardín de la República.

Es que la ruta provincial 307, por la que se accede a la ciudad serrana, es en sí misma un atractivo que impacta desde su nacimiento, en la localidad de Acheral, donde un puente marca el desvío hacia el oeste desde la ruta provincial 301, iniciando un viaje de poco más de 50 kilómetros que deslumbra en cada una de las 1294 curvas que, dicen, tiene la sinuosa traza.

La aventura comienza

La primera parte del recorrido anticipa en su entorno las distintas tonalidades de verde que acompañarán al turista a lo largo del camino, pero va dosificando los giros, graduando la dificultad de las maniobras hasta que los puentes colorados, más allá de la comuna de Santa Lucía, marcan el comienzo del camino sinuoso.

Una vez que con una curva marcada a la derecha, se supera la conjunción con la ruta provincial 324, que suma el tránsito que llega desde Monteros, se accede a Las Mesadas, donde el camino comienza a ser custodiado por el famoso río Los Sosa, que será una compañía constante durante el ascenso.

En ese tramo, generalmente, aparece el primer control de la Policía tucumana. Sorteado el trámite administrativo, los viajeros se adentrarán paulatinamente en un recorrido de giros, subidas pronunciadas y bajadas más suaves, hasta que las primeras curvas cerradas al máximo, anuncien la llegada a El Indio, un llamativo e imponente monumento, que ofrece a quienes van con tiempo, la primera parada, con paseo de artesanías y mirador incluídos.

El Indio

Bajo la atenta mirada de la mole de piedra tallada, el camino sigue su ascenso, ingresando al sector más trabado del recorrido. La ruta 307 se convierte a partir de ese punto en un camino de cornisa, que impone una velocidad controlada y mucha atención en los giros, especialmente aquellos en los que la traza se estrecha entre la mole verde del cerro y los profundos precipicios de la quebrada por la que discurren las agitadas aguas del río.

Son varios kilómetros a lo largo de los cuales se puede observar la complejidad del trazado, que en varios puntos requirió ambiciosas obras de ingeniería para sortear los desafíos de la naturaleza. Los numerosos carteles que identifican las “zonas de derrumbe”, mantendrán alerta a quien vaya tras el volante.

La profusa vegetación le va dando nombres adecuados a los distintos tramos del camino, casi tanto como los puntos en los que la traza fue afectada por la furia de los elementos. Así, entre azaleas y yerbabuenas, sectores como “El Aluvión” recuerdan que se trata de una ruta en la que, cuando llueve, hay que bajar la velocidad y acentuar las precauciones.

Se abre el cielo

Otra vez las curvas cerradas, que incluyen el tránsito por un voladizo con forma de herradura, quedarán atrás, reemplazadas por una traza más ancha, pero igualmente trabada, hasta ese sector en el que el río Los Sosa reaparece, entrelazándose con el camino, sorteado por sendos puentes que abren paso al último tramo antes de los accesos a El Mollar y Tafí del Valle.

El entorno se ve más abierto, en las laderas de los cerros, alfombradas de verde, las tupidas yungas comienzan a ralear, reemplazadas por pastizales tachonados de piedras, entre los cuales se mueven caballos, vacas y llamas que parecen desafiar a la física.

El cielo, hasta entonces estrechado por los cerros, se abre pintado de un azul que bien puede ser efímero, ya que el caprichoso clima vallisto suele mudar rápidamente.

Una última curva amplia a la izquierda precede la aparición de la rotonda de El Mollar y, detrás de ella, el espejo de agua del dique La Angostura.

A partir de allí, ya se está recorriendo Tafí del Valle, el punto más visitado de una ruta que lo atraviesa y sigue, igualmente desafiante y seductora, hacia hitos como El Infiernillo, Ampimpa, Amaicha del Valle, hasta desembocar en la célebre ruta nacional 40.

Pero ese tramo de nuestra querida 307, merece su propio capítulo.